AHORA LO ENTIENDO.
Llega el día en que los hijos crecen y que alegría el llegar a verlo, el mayor se casa, el de en medio no le vemos el polvo, entre su trabajo y su novia y el menor se ha ido a estudiar fuera... tal vez no sea bueno que lo sepan, pero como los extraño, difícil labor la de los padres, pues invariablemente educamos para soltar.
Atrás quedaron las noches de desvelo con cada miedo o resfriado, las citas en la escuela cruzando los dedos, las compras de Papá Noel y los castigos que nos dolieron a ambos. Esas vacaciones donde cargaba hasta lo impensable, saliendo a cada instante de la alberca pues tenían hambre, calor o ganas de ir al baño, luego, los curitas para sus primeras decepciones amorosas, noches en vela aguardando por valor y autoestima, después el insomnio con la luz apagada observando por la ventana como y cuando llegan, pero... al menos que lo hagan! y todo hasta que un día los ves partir, mucho más seguros y llenos de sueños, entonces pensé: ¡Llegamos! y no lo hicimos mal.
Ahora hay tiempo para comer lo que me gusta y dormir cuando tenga sueño, para levantarme más tarde y planear mis fines de semana, "buena labor has hecho", me dicen por ahí y me lo digo a mí misma, ahora entiendo esa mirada de Mamá cuando llego mi tiempo, una mirada entre "no quiero que te vayas" y "me da tanto gusto por ti", ahora entiendo esas mezclas que quedan en los nidos vacíos y en los cascarones abiertos, triunfos llenos de nostalgia, vacíos que se tornan agradecimiento.
¡Tal vez no es bueno que lo sepan, pero como los extraño!, difícil labor la de los padres, pues invariablemente educamos... para soltar.
Llega el día en que los hijos crecen y que alegría el llegar a verlo, el mayor se casa, el de en medio no le vemos el polvo, entre su trabajo y su novia y el menor se ha ido a estudiar fuera... tal vez no sea bueno que lo sepan, pero como los extraño, difícil labor la de los padres, pues invariablemente educamos para soltar.
Atrás quedaron las noches de desvelo con cada miedo o resfriado, las citas en la escuela cruzando los dedos, las compras de Papá Noel y los castigos que nos dolieron a ambos. Esas vacaciones donde cargaba hasta lo impensable, saliendo a cada instante de la alberca pues tenían hambre, calor o ganas de ir al baño, luego, los curitas para sus primeras decepciones amorosas, noches en vela aguardando por valor y autoestima, después el insomnio con la luz apagada observando por la ventana como y cuando llegan, pero... al menos que lo hagan! y todo hasta que un día los ves partir, mucho más seguros y llenos de sueños, entonces pensé: ¡Llegamos! y no lo hicimos mal.
Ahora hay tiempo para comer lo que me gusta y dormir cuando tenga sueño, para levantarme más tarde y planear mis fines de semana, "buena labor has hecho", me dicen por ahí y me lo digo a mí misma, ahora entiendo esa mirada de Mamá cuando llego mi tiempo, una mirada entre "no quiero que te vayas" y "me da tanto gusto por ti", ahora entiendo esas mezclas que quedan en los nidos vacíos y en los cascarones abiertos, triunfos llenos de nostalgia, vacíos que se tornan agradecimiento.
¡Tal vez no es bueno que lo sepan, pero como los extraño!, difícil labor la de los padres, pues invariablemente educamos... para soltar.