En el amor
me tocó estar en el bando
de las que aman,
de las que flotan,
de las que tiemblan,
e igual romantizan una hoja
cayendo en el otoño
que una lágrima resbalando por un…
“¿fue bonito, ¿verdad?”
Soy de las que se entregan por completo,
nadie me enseñó a dosificarme;
y amanezco con resaca
cuando abuso del amor,
y es que siempre abuso...
por si no hay mañana.
En mi piel no hay armaduras
ni blindajes,
ni corazas;
me gusta sentir el amor corriendo,
dejando grietas,
raspando;
hay secuelas de caricias,
cicatrices de guerra,
heridas de paz,
y una pequeña marca
en mi clavícula
que nadie hizo,
pero yo me dibujé.
No me avergüenza
lo idiota que fui
por tantos poemas
que nunca entregué,
el valor lo reservé
para pedirme perdón
por equivocarme tantas veces
de destinatario.
Si pudiera pedir un deseo,
me gustaría que quemara menos
el frío que queda
después de un adiós,
siento tanto
y me cuesta tanto anestesiarme...
En el amor
me tocó estar en el bando de
las que nunca pierden,
porque gana siempre
quien más ama.
Y ellas siempre ganan.
Del olvido no podría contarles,
eso señores,
¡eso aún no sé qué es!
— ZàiL