Cuando una mujer se va.
Las mujeres nos vamos lentamente
de la vida de un hombre, paso a pasito
nos vamos preparando para separarnos,
para decirle adiós al amor cuando nos damos cuenta que nos hace daño o cuando nos ha engañado.
No somos tontas, claro que no,
sabemos cuándo es hora de partir,
solo que no lo hacemos tan abruptamente
como lo hacen ustedes los hombres,
ni por los mismos motivos.
Nos toma un poco más de tiempo irnos,
realizamos un ritual minucioso de despedida:
la casa, los recuerdos, amor, costumbre, el tedio.
No sé si sea más frío y calculador o es nuestra pequeña venganza, pero, primero vamos analizando lentamente los pros y los contras,
porque para dar ese paso definitivo
debemos estar sumamente seguras,
no habrá vuelta atrás ya no hay retorno.
Consultamos con las amigas, platicamos una y otra vez la historia, esperando una mínima esperanza
de que exista posibilidad que te den una receta mágica, algo para cambiar lo definitivo.
Las amigas, aquellas que te aman, esas pocas,
te dicen la verdad, una y mil veces “pendeja”
no va a cambiar, no lo ha hecho y no lo hará,
ha dejado de ser atento, cariñoso y te das cuenta que: “el agua apaga el fuego y al amor los años”.
Empiezas a empacar las maletas, pero no aquella que está llena de ropa, no las cosas materiales;
la maleta de tus sueños, del alma, de tus ilusiones, de tus sentimientos, de los “hubieras” y el de los “por qué”
Lo miras cuando se van a acostar, empiezan los silencios que desgarran, las lágrimas a escondidas, las canciones que le dedicas y que no sabe que son de tu despedida.
Llega el momento y sales para no volver.
Él pregunta:
¿Te vas así, de la noche a la mañana, sin pensar las cosas?
No sabe qué hace tiempo con sus actitudes ya había logrado que te marcharas, te alejó lentamente de su almohada, del sillón que tantas noches los unió, de las comidas y desayunos llenos de sonrisas, de las noches de sexo y las madrugadas llenas de apapachos, de todo lo que amaron y él destruyó.
Es tiempo de irse, con las alas rotas, bajo la lluvia, a paso lento, con el corazón destrozado; porque las que amamos de verdad, no sabemos regresar.
Autor: Vogard Pastelin Taboada