Cuando una madre muere,
todo acaba.
Pero uno sigue ahí,
como viviendo.
Incluso sonriendo,
te diría.
Es más, algunas veces
te sorprendes,
contándole algún chiste
a los amigos,
o bailando feliz
en una fiesta.
Y puede que hasta a ratos
se te olvide
que todo se acabó
y se fue con ella.
Y sigues levantándote
a las siete
para ir a trabajar,
y desayunas,
y te da por cantar
mientras te duchas,
y dices buenos días
a la gente
que te vas encontrando.
Y ellos piensan.
-¡Qué feliz se le ve,
lo tiene todo¡
Y no saben que no,
que eso es mentira.
Y tú sigues, prosigues,
continúas.
Almuerzas, vas al cine
como antes.
Te acercas a la feria
con los niños,
y mientras que la noria
va subiendo,
los ojos se te van
al infinito.
Y conversas con unos
y con otras,
y sales a cenar
con tu familia
y celebras la vida
como siempre.
La vida, que se fue
aquel mismo día.
Cuando una madre muere,
todo acaba.
Y a veces se te va
de la cabeza,
que ya no estás aquí,
que te moriste
cuando ella se murió.
Y te enamoras,
y vuelves a nacer
en cada beso.
Y llenas de ilusión
tus ojos tristes.
Y parece que todo
se ha curado.
Y ves como tus hijos
van creciendo.
Y un día tú no estás,
y ellos se quedan,
mirando en una noria
al infinito.
Cuando una madre muere,
todo acaba…
Autora: Magdalena S. Blesa