DAR Y RECIBIR
Dar y recibir no significa hacerse vulnerable ni tampoco el permitir que otros se aprovechen de ti. Se trata de compartir, de desprenderse de aquello que en el momento está al alcance para ofrecer, el dar es el primer paso para poder pedir. Es una forma de comunicación bilateral, en la medida que das, regresa a ti lo que hayas dejado ir. Hoy por ti, mañana por mí.
Cosechas lo que siembras: no retengas lo que tienes
Si tienes algo qué compartir y sientes que puedes hacerlo, es tu deber. La vida retribuye lo que compartes, porque todo lo que hay en el mundo está pensado para el beneficio de todos. Pero aprender a dar no es una tarea fácil. Y esto no radica en la mezquindad, sino en aprender a renunciar, a soltar y a desprenderse. El apego no es para nada constructivo, menos si se trata de cosas materiales que pueden ser reemplazables, aunque esto también incluye a las relaciones con las demás personas.
Cuando estás apegado a algo, esto causa adicción, necesidad irremediable, algo a lo que no se permite a la mente renunciar, una actitud nociva para el crecimiento personal, que cuando se domina, se eliminan los frenos para el cambio y el manejo de las novedades, aceptar es parte de renunciar, renunciar es parte de dar.
Suelta el orgullo: dar es tan válido como pedir.
Es bíblico: quien pide, tiene la convicción de que se le dará, es aquí donde se fundamente la fe, en el convencimiento de que pedir resulta en obtener.
Pero para pedir, hay que aprender a dar, una persona que no es capaz de dar, no tendrá más adelante la moral para pedir y que se le otorgue. Pedir también implica respetar la decisión del otro de dar o no y entender que no siempre están dadas las condiciones para recibir. Pedir ayuda, no te hace menos, no te vulnera, solo te permite aprender, crecer y superar.
Cuando se pide, se confía, pero para que se confíe, tiene que haber capacidad también para soltar, renunciar, dar y por supuesto aceptar. Todos estos verbos están ligados entre sí.
Que disfruten de un hermoso Domingo amigos.