Me baje las estrellas, y con mis manos acaricié el cielo. Por fin comprendí que lo único que necesitaba para ser feliz era ser yo.
Me vi al espejo y amé cada una de mis imperfecciones, todo aquello que me hacía sentir diferente era solo el más bonito de los caos.
Comencé de nuevo y volví a sonreír, esta vez sin miedo a sentirme sola, sabiendo que no importará las veces que me cayera, yo era capaz de levantarme y de remendar mis heridas.
Dejó de llover en mi alma, comencé a soltar todo aquello a lo que me aferraba, entonces me libere y renació la mujer con la que siempre había soñado.
Aquel camino de espinas que había recorrido formó a la mujer valiente que de no ser por sus fracasos jamás habría aprendido a bajarse las estrellas con sus propias manos.
