Deberíamos de aprender más de los árboles, imposibilitados de moverse como nosotros, crecen y sobresalen pero nunca a base de competir o pelear con sus vecinos, ni siquiera de buscar su aprobación o cobijo.Un árbol, depende en primer lugar de sus raíces, las que no se ven y entre más grandes, más alto y más fuerte.No compite... emerge con fuerza y de a poco, aún con limitado espacio.No corta... empuja si es necesario, pero siempre suavemente, tejiendo sus ramas entre los huecos de sol.No se recarga... se carga a si mismo y dependiendo de su peso, más resistente hará su tronco.No se agacha... y si debe hacerlo, enseguida recupera su vertical, balanceando sus curvaturas.
No se aisla... comparte y acepta inquilinos más débiles que le dejan beneficios, a venido a dar vida.
Y florece, porque a eso vino y sin importar que lo rodee, ofrece flor y fruto, la flor para perfumar su entorno y atraer, y el fruto para preservar su semilla dejándola caer en su tiempo, sin aferrarse a quedarse con ella.Cada árbol, grande, fuerte o frondoso, tiene una historia de resistencia, no de lucha, de adaptación que no de búsqueda de aprobación, de buenas raices y no de pesadas hojas, de agradecimiento pues baila con el viento en la cima regresando oxígeno por contaminación y de humildad, pues regala abiertamente, aquellos frutos que llevan su memoria y esfuerzo.
Deberíamos de aprender más de los árboles.