En este siglo y en cualquier siglo,
nuestra esperanza más profunda,
nuestra oración más cálida,
es que aprendamos a escuchar.
Que podamos escucharnos unos a otros.
Que podamos escuchar a las plantas
y a los animales con maravilla y con respeto.
Que podamos escuchar nuestros corazones
con amor y con perdón.