Haz mis pasos lentos
Haz lento mi paso, Señor... Alivia el latido de mi corazón mediante la quietud de mi mente. Dame calma y tranquilidad en medio de la confusión de mi día.
Atenúa la tensión de mis nervios y músculos, con la música suavizadora de las corrientes musicales que viven en mi memoria.
Ayúdame a conocer el poder restaurador del descanso en Tu presencia.
Enséñame el arte de tomar vacaciones de un minuto, para poder detenerme a mirar una flor, conversar con un amigo, acariciar un gato o leer unas pocas líneas de un buen libro.
Recuérdame cada día la fábula de la liebre y la tortuga para que pueda saber que la carrera no siempre la gana el más veloz, para tener presente que la vida es más que correr cada día más.
Haz que mire hacia arriba a las ramas del imponente roble y que sepa que creció grande y fuerte, porque creció lentamente y bien dirigido por tu sabiduría.
Haz lento mi paso e inspírame para que dirija mis raíces a las profundidades de los valores perdurables de la vida. Para que pueda alcanzar la felicidad en esta vida, preámbulo de la que tendré en el cielo.
En este mundo agitado, recordemos quién es la paz en medio de la tormenta y la quietud en medio del bullicio.
“Señor ¿A quién tengo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti, nada deseo en la tierra”. Salmo 73:25
Soy quien está a tu lado, soy aquél que siempre te acompaña, aún en tus sueños.
Soy quien, a veces, altera tu itinerario y atrasa tus horarios para evitar que tengas algún accidente o encuentro desagradable.
Soy quien susurra en tu oído aquellas "inspiraciones" que tú crees que fueron una gran idea tuya.
Soy quien hace que te arrepientas cuando te aproximas a lugares o situaciones que te van a colocar en peligro.
Soy quien llora por ti cuando tú con tu terquedad insistes en hacer todo al revés sólo para desafiar al mundo.
Soy quien pasa noches y noches en la cabecera de tu cama velando por tu salud, cuidando tu descanso y renovando tus energías.
¿Cuántas veces no te permití que tomaras aquel tren, taxi, o avión para guardar tu vida? ¿Por cuántas calles oscuras te guié con seguridad? La verdad es que ya perdí la cuenta y además, eso no importa.
Lo que realmente importa, y lo que me da tristeza, es cuando tú asumes la postura de víctima, y no crees en tu propia capacidad para resolver los problemas de tu vida. Cuando tú aceptas las situaciones como imposibles y dejas de luchar conformándote simplemente con reclamar de todo y lo de todos. Cuando tú desistes de ser feliz y culpas a otras personas que no tienen nada que ver. Cuando tú dejas de sonreír y dices total para qué, no vale la pena y, lo peor, cuando en tu orgullo, hasta te olvidas de mí.
Yo soy Jesús, aquél que tomó tu lugar en la Cruz del Calvario. En muchas ocasiones podrás sentirte solo, abandonado, despreciado, desanimado, sin fe, sin ganas de seguir adelante… Guarda en tu corazón, mis palabras y sentirás no sólo mi presencia, sino también mis fuerzas y mi ánimo.
Ahora mismo tienes la oportunidad de recibirme en tu corazón, no desperdicies las oportunidades que te doy día a día.
“Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo” Apocalipsis 3:20