No todas las amistades son para siempre, algunas también caducan.
Ni siquiera el amor se libra de la fecha de consumo preferente.
Y es que no nos equivoquemos, no hay nada permanente,
las relaciones no son eternas y tenemos que saber dejarlas ir.
Puesto que nos suele costar cerrar etapas y despedirnos,
este hecho se convierte en una gran fuente de sufrimiento para nosotros.
Ni siquiera el paso de los años nos hace inmunes a las despedidas,
sobre todo cuando sabemos que ya no hay marcha atrás.