Nos vamos acostumbrando a todo, hasta a sufrir.
Pasa el tiempo y vamos resignado nuestras vidas, anestesiando nuestras emociones y perdiendo nuestra capacidad de sentir.
Nos acomodamos incómodamente a la realidad que nos toca, sin saber que somos sus creadores. Vamos perdiendo la alegría, la ilusión y la esperanza.
Casi sin darnos cuenta vivimos sin motivos o con el solo motivo de sobrevivir. Nos hemos acostumbrado.
La rutina, las viejas creencias y mandatos, el qué dirán, las excusas, nuestras excelentes excusas, nos van atando, amordazando y venciendo.
Pero alguna vez existió un niño en cada uno de nosotros. El que creía en sí mismo, el que se escapaba para ver cosas nuevas, el que preguntaba esas preguntas incómodas, el que se sorprendía con los regalos de la vida.
Y sigue allí, esperando que lo vuelvan a llamar, que lo convoquen con amor a despertar. Sigue esperando que dejen salir su alegría, su curiosidad, su amor incondicional por la vida misma.
No hay nada afuera para despertar, y esta allí, sólo a un pequeño paso interno, muy cerquita de tu corazón.
No te resignes, no te acostumbres a sufrir.
No más!!!
Mucha vida para todos!!