Permitido estar triste, sin la obligación de estar alegre siempre.
Permitido llorar, sin la obligación de reír siempre.
Permitido tropezar, sin la obligación de estar erguido siempre.
Permitido sentirse débil, sin la obligación de ser fuerte siempre.
Permitido estar herido, sin la obligación de resultar ileso siempre.
Permitido tener miedo, sin la obligación de ser valiente siempre.
Permitido ignorar, sin la obligación de saberlo todo siempre.
Permitido equivocarse, sin la obligación de acertar siempre.
Permitido contradecirse, sin la obligación de ser coherente siempre.
Permitido no poder, sin la obligación de poder siempre.
Permitido rendirse, sin la obligación de insistir siempre.
Permitido decir “no”, sin la obligación de decir “si” siempre.
Permitido revelarse, sin la obligación de aceptar siempre.
Permitido gritar, sin la obligación de callar siempre.
Permitido doblar, sin la obligación de ir por el camino recto siempre.
Permitido hacer nada, sin la obligación de hacer todo siempre.
Permitido estar solo, sin la obligación de estar acompañado siempre.
Permitido dudar, sin la obligación de tener fe siempre.
Permitido ver sombras, sin la obligación de ver luz siempre.
Permitido ser Humanos, sin la obligación de parecer dioses siempre.
Juan Antonio Currado