Serás feliz, dijo la vida, pero primero te haré fuerte. Te haré re silente. Te haré renacer. Te ayudaré a sostener los bandazos, a remar contra viento y marea, a aprender y a abrir con suavidad el tesoro de la fortaleza emocional.
Porque yo, la vida, me compongo de buenos y malos momentos, de dificultades y de oportunidades, de momentos especiales, de huellas, de cicatrices, de compañía, de soledad, de ansiedad, de sosiego y de esa sabiduría que reflejamos tras los tropiezos más caóticos.
Y es que cuando examinamos nuestra historia comprendemos que todo aquello que vivimos conforma nuestra personalidad; pues el dolor de las heridas que nos construyen y nos ayuda a aceptar, afrontar y transformarnos en las adversidades.
Porque nunca sabemos lo fuertes que somos hasta que ser fuertes es nuestra única opción. Es en este momento en el que nos vemos obligados a contemplar otras realidades más diversas y menos centradas en nosotros mismos y los deseos.
Las personas más bellas son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada”.