Regrese a casa después de una ruptura y ahí estaba ella, mi madre con los brazos bien abiertos y una mirada que decía más palabras que sus mismísimos labios, esa que te dice: tranquila, vuelve a casa y luego si quieres volver a volar, yo te ayudaré andar.
Regrese a casa luego de que no funcionara mi relación con aquella persona que mi madre me repetía hasta el cansancio no iba a funcionar, ese del que tanto me aconsejó alejarme y yo hice oídos sordos, pero regresé con cara abajo y la vergüenza por los pies. Una vez más ahí estaba ella, levantándome la cara con su mano y abrazándome fuerte con sus brazos mientras en silencio yo podía sentir que me decía: ya aprendiste, no te culpes, yo estoy aquí... yo seguiré aquí.
Regrese a casa luego de un mal día de trabajo, cuando sentí a todos en mi contra, mi salario ya no alcanzaba para más y mis horas habían reducido bastante. Nuevamente estaba ella, preparando un té con la calma que sólo ella puede. Mientras yo estallaba del estrés, sus manos agarraron mis miedos y dijeron más, siempre mucho más. Ese apretón mano a mano me dijo con seguridad: tranquila, pronto todo mejorará.
Regrese a casa luego de una enfermedad terrible, cuando en aquel sobre de laboratorio los resultados no fueron favorables y mi madre seguía ahí, haciendo una sopa caliente mientras desmenuzaba las últimas migajas de pollo para compartir. Y entonces un abrazo habló, ese abrazo que decía que pronto iba a sanar, que ella estaba ahí y que jamás me iba a soltar.
Regrese a casa luego de una depresión y ansiedad que me quitaron el sueño, que me tenía bastante mal. Cuando bajé mis kilos y cambiaba todo lo existente de mi bolso de mano a cientos y cientos de pastillas para tomar cuando ya no pudiera más. Entonces no podía faltar nuevamente la mirada de mamá, esa que te dice: ven aquí cuando sientas no poder más, la puerta y mis brazos siempre estarán abiertos para ti.
Regrese a casa y cuando creí no tener verdaderos amigos abrí los ojos... ahí estaba ella, mi verdadera y fiel amiga desde que llegué a este mundo. Mirándome casi con ternura, pude leer entre lágrimas sus ojos cristalinos que decían: no estas sola, incluso si un día falto en esta casa, yo seguiré aquí, contigo. Cuidando siempre de ti.
Regrese a casa luego de un mal día y mi madre siempre estaba ahí, entre sus mil ocupaciones encontraba un espacio para mí. Un abrazo para mi. Una mirada para mí... y siempre las palabras adecuadas para mí.
No importa cuando, siempre regresé a casa".