dejar de lado tus prioridades por las de quienes te rodean no es lealtad.
Deja de negociarte en nombre del amor. Deja de vestir de nobles trajes situaciones que te hacen daño.
Tu vida no es un acto de sacrificio permanente ni este camino de abnegación que te ha llevado al olvido de ti misma.
Amarse a sí mismo es tan importante como amar a los otros. Podrás amar profundamente a muchos,
esos muchos podrán amarte de la misma manera, sin embargo, estos amores no te liberan de la responsabilidad de amarte a ti mismo.
Sin la base del amor propio, el amor por los otros se convertirá en un desgaste permanente,
en una carrera sin sentido por dar gusto a los demás, servirles de soporte, cargar sus maletas,
secar sus lágrimas y dar alas a sus sueños y ¿Sobre qué alas reposan los tuyos?
Mientras te concentras en contribuir a los procesos de otros, los tuyos duermen. Miras al horizonte,
satisfecha de ver cómo los demás vuelan, mientras la quietud va anquilosando tu vida.
Sean quienes sean esos otros, pareja, hijos, padres, hermanos, familia, lo comprendan o no, todos ellos te requieren libre,
dichosa y plena. Te requieren concentrada en ti. Tu pareja hallará inspiración, tus hijos hallarán el ejemplo que necesitan en tu pasión,
tu familia hallará en ti un símbolo de fortaleza y plenitud.
Lo que nos corresponde dar a los demás, es la luz que resplandece de nuestros triunfos, talentos y satisfacciones. Como el río,
no nutrimos a los otros deteniéndonos, los nutrimos avanzando con fuerza,
encontrando nuestro cauce y hallando el océano que a cada uno nos espera.
¿A cuántas cosas que te hacen daño podrás seguir disfrazando de actos de amor? ¿Cuándo empezarás jugar a tu favor?
¿Cuánto más aplazarás tus búsquedas?
Retorna a ti. El Universo está perfectamente diseñado para que, ocupándote de ti misma, puedas hacer el mayor bien a los demás.
Es en ti tu razón de ser, es en ti tu más hermosa misión.
Sanando Con Luz