Estuve a punto de rendirme. A punto de hacer mis maletas y huir, como hacen los cobardes. Estuve a punto de detener el reloj, de esperar que la noche me arropara y no le dejara despertar. Estuve a punto de entregarme a la nada. Mi corazón palpitaba, pero no sentía. Mi mente iba demasiado rápido, cambiaba de escena constantemente. Estuve a punto de tirar la toalla, pensaba que el dolor nunca se iba a ir de mí. Estaba vacía, rota y no creía ser suficientemente fuerte para soportar más. Estuve a punto de apagar la luz durante mi camino. Sentía temor hasta en los huesos. Sentía frío en todo mi cuerpo. Ya no importaba nada. A punto de cerrar mis oídos para no escuchar los consejos de la gente. Nadie estaba en mi ser. Nadie podía entender. Quizás lo que era importante para mí, para ellos no lo era. No lo sé. Solo sé que no quería estar así ni un día más. Poco a poco me fui sorprendiendo conmigo, fui más fuerte de lo que creía, después de esa noche fría, sabía que algo estaba esperando por mi allá afuera. Sabía que no había nacido para sufrir y aunque es parte de la vida no tengo por qué quedarme en ese lugar oscuro. Una vez alguien me dijo; "Tu sufrimiento y tu dolor son lo que te da fuerza" Hoy lo descarto y lo cancelo, yo no tengo que sufrir para ser feliz. No tengo que acostumbrarme a ello. Esa mañana vi el sol más radiante que nunca y sabía que solo brillaba para mí. Es normal sentirme cansada y querer detenerme, pero nunca más permitiré que esos 5 minutos de debilidad roben lo que está destinado para mí. Sigo viva. Soy fuerte y soy un ser de luz.
¿Qué más puedo pedir?
¿Qué más puedo pedir?
