DIOS ha puesto movimientos y secuencias que se cumplen en la naturaleza: el sol y la luna, el día y la noche, todo se mueve en sucesión ordenada conforme al plan de Dios, siguiendo ciclos. Los animales del campo, los hombres y los seres del mar hacen lo que tienen que hacer conforme a los tiempos de Dios y al ciclo de vida (nacer, crecer, reproducirse y morir).
La vida del creyente tiene un tiempo predestinado en la tierra; por tanto, debemos hacer diligentemente lo que Dios nos ordenó, pero para eso, hay que cerrar un ciclo, antes de comenzar otro. Hay que saber discernir cuándo una etapa llega a su fin. Cuando insistimos en alargarla más de lo necesario, perdemos la alegría y el sentido de las otras etapas que tenemos que vivir. Debemos poner fin a un ciclo, cerrar puertas, concluir capítulos, lo importante es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya terminaron.
¿Dejaste el trabajo? ¿Terminaste una relación? ¿Saliste de casa de tus padres? ¿Te fuiste a vivir a otro país? Podemos pasar mucho tiempo preguntándonos por qué sucedió así, pero esa actitud sólo nos traerá un desgaste inmenso. Antes de comenzar un nuevo capítulo hay que terminar el anterior: lo pasado no volverá jamás. Una regla dice que los pendientes se tienen que dejar para mañana, “si no, qué voy a hacer mañana”. Otro dicho popular dice: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. La Biblia dice: No te jactes del día de mañana; porque no sabes que dará de sí el día, Prov. 27:1, ¡Hoy es el día para cerrar ciclos!
Imaginemos a un médico que está operando el cerebro o el corazón a medianoche, y dice: “Bueno, estoy muy cansado, mañana a las siete de la mañana sigo con la operación”. O tomemos como ejemplo al piloto de un avión, el cual de repente dice: “Señores pasajeros, tengo un fuerte dolor de cabeza, voy a descansar, al rato vengo a seguir piloteando el avión”. O el jefe de bomberos que al ser solicitado su servicio debido a un fuerte incendio en una gasolinera, dice: “Ya tomé su mensaje, pero mañana a primera hora ahí estaremos sin falta”, ¡Esto no es lógico!
Los pendientes generan consecuencias que en ocasiones pueden ser graves y hasta mortales. Las cosas pendientes, sin resolver, son como grandes bolsas de arena que pesan sobre la cabeza. Y los ciclos no cerrados generan pendientes, y los pendientes son obstáculos que nos impiden avanzar, que nos estancan. Debemos resolver los asuntos pendientes para cerrar ciclos. Cuando ignoramos cómo se mueve Dios y que Dios es un Dios de cambios, nos aferramos a las experiencias o épocas pasadas y nos amedrentamos cuando Dios nos cambia el escenario para llevarnos a nuevas experiencias. En ocasiones, por no querer salir de nuestra zona de confort, comodidad o seguridad.
Los ciclos sin cerrar son parte de las cosas que nos impiden avanzar en la perfección de Jesucristo. Incluso,
son causa de que las bendiciones de Dios no nos visiten, pues ¿cómo Dios ha de confiar nuevas bendiciones a alguien que no es formal ni serio
para terminar o finiquitar sus asuntos pendientes? Dios no deposita sus tesoros en alguien que tiene una lista de asuntos pendientes o sin resolver.
Para cerrar ciclos debe haber cambios; los cambios implican un proceso, no son instantáneos.