Se van los padres para no volver después de una vida de entrega como se fueron los suyos dejando recuerdos inolvidables de niñez perdida.
Se irán los hijos para hacer su vida dejando casas de sofás vacíos y todas las cosas en su sitio. Se van amigos que no eran.
No los busques. Eran conocidos. A veces, se va de golpe la persona de tu vida después de mucho ruido para no irse y demasiados silencios que le condenaron a
marcharse.
Cuando se van miramos atrás y vemos qué perdimos. La vida hace que se vayan para valorar lo que no vuelve. Incapaces de cambiar las cosas hasta que suceden.
Y a veces es tarde. Muy tarde. El dolor de lo inevitable, de perder lo qué teníamos y no sabíamos que estaba hasta que no existe. Y te quedas ahí, pensando a gritos lo que las palabras no hicieron. Lamentando el desorden de un caos inevitable. Quizá, no sé, estaría bien mirar a nuestro alrededor
antes que al vacío porque llega el día en que pierdas lo que ya nunca vuelve.