Aplica para hombres y mujeres
𝑯𝑬 𝑫𝑬𝑪𝑰𝑫𝑰𝑫𝑶 𝑸𝑼𝑬 𝑳𝑨 𝑻𝑬𝑹𝑪𝑬𝑹𝑨 𝑬𝑫𝑨𝑫 𝑬𝑺 𝑼𝑵 𝑹𝑬𝑮𝑨𝑳𝑶.
Probablemente por primera vez en mi vida, es ahora cuando soy la persona que siempre quise ser. A veces me desespera mi cuerpo, los achaques de la edad, el cabello blanco, la piel arrugada y reconozco que con frecuencia me sorprende esa persona que veo reflejada en mi espejo, pero aunque me veo cada día más viejo, no me echo a llorar. Al envejecer me he vuelto más amable y menos crítico conmigo y los demás. Me he dado cuenta de que tengo más amigos.
He visto a muchos seres queridos partir de este mundo antes de entender la libertad que proporciona la vejez, será por eso que ahora me siento con derecho a comer de más y a ser un poco más desordenado y extravagante.
¿A quién le importa si me dan ganas de leer o jugar en la computadora hasta las cuatro de la mañana y luego dormir hasta el mediodía?… O si bailo con los brazos cruzados esas maravillosas melodías de los años sesenta mientras rueda por mi mejilla una lágrima por un amor que creía olvidado… O si recorro la playa en traje de baño y me zambullo en las olas a pesar de las miradas de las jovencitas… Ellas también, si Dios se lo permite, estarán algún día atravesando esta etapa de la vida.
Me he vuelto olvidadizo y me doy cuenta de que en la vejez, es más lo que olvidamos que lo que recordamos, pero gracias a Dios me las arreglo para no olvidar lo verdaderamente importante. A través de los años mi corazón se ha partido muchas veces por la pérdida de un ser querido o por ver sufrir a uno de mis hijos. Pero también sé, que las cicatrices del corazón son las que nos dan entereza, ánimo y fortaleza. Dios me ha bendecido con una vida lo suficientemente larga como para ver mis canas y para darme cuenta de que llegar a esta etapa no es tan malo como quizás pensamos cuando somos jóvenes.
Si sabemos aprovechar el poco tiempo que nos queda, cada día puede tener algo especial y además ya no tenemos esos compromisos rutinarios que nos impedían disfrutar de un amanecer o el canto de los pájaros.
“𝐏𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨, 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐭é 𝐚𝐪𝐮í, 𝐧𝐨 𝐯𝐨𝐲 𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭á𝐧𝐝𝐨𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫. 𝐒𝐞𝐠𝐮𝐢𝐫é 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐮𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐝í𝐚 𝐲 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐦𝐢𝐧𝐮𝐭𝐨, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚𝐧 𝐥𝐨𝐬 ú𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨𝐬."
®️ Pedro Lanzagorta
𝑯𝑬 𝑫𝑬𝑪𝑰𝑫𝑰𝑫𝑶 𝑸𝑼𝑬 𝑳𝑨 𝑻𝑬𝑹𝑪𝑬𝑹𝑨 𝑬𝑫𝑨𝑫 𝑬𝑺 𝑼𝑵 𝑹𝑬𝑮𝑨𝑳𝑶.
Probablemente por primera vez en mi vida, es ahora cuando soy la persona que siempre quise ser. A veces me desespera mi cuerpo, los achaques de la edad, el cabello blanco, la piel arrugada y reconozco que con frecuencia me sorprende esa persona que veo reflejada en mi espejo, pero aunque me veo cada día más viejo, no me echo a llorar. Al envejecer me he vuelto más amable y menos crítico conmigo y los demás. Me he dado cuenta de que tengo más amigos.
He visto a muchos seres queridos partir de este mundo antes de entender la libertad que proporciona la vejez, será por eso que ahora me siento con derecho a comer de más y a ser un poco más desordenado y extravagante.
¿A quién le importa si me dan ganas de leer o jugar en la computadora hasta las cuatro de la mañana y luego dormir hasta el mediodía?… O si bailo con los brazos cruzados esas maravillosas melodías de los años sesenta mientras rueda por mi mejilla una lágrima por un amor que creía olvidado… O si recorro la playa en traje de baño y me zambullo en las olas a pesar de las miradas de las jovencitas… Ellas también, si Dios se lo permite, estarán algún día atravesando esta etapa de la vida.
Me he vuelto olvidadizo y me doy cuenta de que en la vejez, es más lo que olvidamos que lo que recordamos, pero gracias a Dios me las arreglo para no olvidar lo verdaderamente importante. A través de los años mi corazón se ha partido muchas veces por la pérdida de un ser querido o por ver sufrir a uno de mis hijos. Pero también sé, que las cicatrices del corazón son las que nos dan entereza, ánimo y fortaleza. Dios me ha bendecido con una vida lo suficientemente larga como para ver mis canas y para darme cuenta de que llegar a esta etapa no es tan malo como quizás pensamos cuando somos jóvenes.
Si sabemos aprovechar el poco tiempo que nos queda, cada día puede tener algo especial y además ya no tenemos esos compromisos rutinarios que nos impedían disfrutar de un amanecer o el canto de los pájaros.
“𝐏𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨, 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐭é 𝐚𝐪𝐮í, 𝐧𝐨 𝐯𝐨𝐲 𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐥 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭á𝐧𝐝𝐨𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐬𝐢𝐝𝐨 𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐩𝐮𝐝𝐞 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫. 𝐒𝐞𝐠𝐮𝐢𝐫é 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐮𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐝í𝐚 𝐲 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐦𝐢𝐧𝐮𝐭𝐨, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚𝐧 𝐥𝐨𝐬 ú𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨𝐬."
®️ Pedro Lanzagorta