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jueves, 12 de marzo de 2020

“Magia” y “amiga”

No debe ser coincidencia que las palabras “magia” y “amiga” tengan las misma letras, pero en diferente orden. No es coincidencia. Las mujeres son de alguna manera mágicas, o más exactamente, saben cosas que nadie más sabe. Hacen cosas que nadie más puede hacer y que solo otras mujeres entienden o saben. Magia. La han hecho a lo largo de los siglos para sobrevivir a pesar de los encierros, de los conventos, de las torturas, de las hogueras que buscaban callarlas para siempre; a pesar de las amenazas, de las palizas, del cuarto oscuro, de la prohibición de salir, de decir, de ser, pero sobre todo de existir; a pesar de la invasión de sus cuerpos. A pesar de todo, han sobrevivido, y de qué manera.
¿Y saben dónde está la magia? En la amistad. La magia son nuestras amigas. Porque ¿qué sería de nosotras sin nuestras amigas? Las amigas son las magas que nos ayudan a sobrevivir en ese mundo tan poco hecho para nosotras. Y me he preguntado múltiples veces, en momentos de desánimo y depresión al constatar la lentitud de los cambios culturales, al conocer nuevas cifras de violencias, de feminicidios, de violaciones, cifras que apenas bajan, ¿qué sería de nosotras sin ese mágico encuentro de mujeres entre ellas, ese mágico acompañamiento de nuestras amigas, de estas compañeras de ruta que, con algo de magia, terminan alentándonos y confortándonos para seguir caminando, para seguir pensando que es posible, que poco a poco lo lograremos?
Decía Marcela Lagarde, “¿Qué sería de las mujeres en situaciones de crisis, que son tantas, sin el aliento y el apoyo de otras mujeres?. No habríamos sobrevivido a los avatares de la vida sin otras mujeres conocidas y desconocidas, próximas o distantes en el tiempo y en la tierra. ¿Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, detrás de una o delante, guiando el camino, aguantando juntas? ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?”.
(Florence Thomas)No debe ser coincidencia que las palabras “magia” y “amiga” tengan las misma letras, pero en diferente orden. No es coincidencia. Las mujeres son de alguna manera mágicas, o más exactamente, saben cosas que nadie más sabe. Hacen cosas que nadie más puede hacer y que sólo otras mujeres entienden o saben. Magia. La han hecho a lo largo de los siglos para sobrevivir a pesar de los encierros, de los conventos, de las torturas, de las hogueras que buscaban callarlas para siempre; a pesar de las amenazas, de las palizas, del cuarto oscuro, de la prohibición de salir, de decir, de ser, pero sobre todo de existir; a pesar de la invasión de sus cuerpos. A pesar de todo, han sobrevivido, y de qué manera.
¿Y saben dónde está la magia? En la amistad. La magia son nuestras amigas. Porque ¿qué sería de nosotras sin nuestras amigas? Las amigas son las magas que nos ayudan a sobrevivir en ese mundo tan poco hecho para nosotras. Y me he preguntado múltiples veces, en momentos de desánimo y depresión al constatar la lentitud de los cambios culturales, al conocer nuevas cifras de violencias, de feminicidios, de violaciones, cifras que apenas bajan, ¿qué sería de nosotras sin ese mágico encuentro de mujeres entre ellas, ese mágico acompañamiento de nuestras amigas, de estas compañeras de ruta que, con algo de magia, terminan alentándonos y confortándonos para seguir caminando, para seguir pensando que es posible, que poco a poco lo lograremos?
Decía Marcela Lagarde, “¿Qué sería de las mujeres en situaciones de crisis, que son tantas, sin el aliento y el apoyo de otras mujeres?. No habríamos sobrevivido a los avatares de la vida sin otras mujeres conocidas y desconocidas, próximas o distantes en el tiempo y en la tierra. ¿Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, detrás de una o delante, guiando el camino, aguantando juntas? ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?”.