Conozco gente obsesionada por hablar de otros, que no mide lo que dice. No le importa si es verdad o mentira. Hablan sin pensar en su prójimo, no tienen compasión, no les importa nada. Y no saben que todo lo malo que uno hace regresa multiplicado. Años después lamentan su "mala suerte". Pues no, no fue mala suerte, fue mala siembra, porque todo vuelve. Yo lo llamo Dios.