Y entonces, se cansó de ir por el mundo rogando amor y compañía, aprendió poco a poco a valerse por si misma. Se dio cuenta de que se merecía lo más bonito, que para vivir era requisito sonreír. Se amó tanto que le llamaron egoísta, pero el o ella ya no hacía caso a lo que decían, ya no perdía el tiempo en tonterías, solamente sonreía, sonreía, sonreía...