Con el pasar del tiempo he comprendido que la vida es una y corta, no hay que malgastarla.
Que un gesto y una caricia expresan más que mil palabras.
Comprendí la importancia de los pequeños detalles.
Que se debe ser siempre agradecido, cortés, respetuoso y amable.
Que una sonrisa no cuesta nada y puede trasmitir tanto.
Que es mejor equivocarse actuando que no actuar por temor a equivocarse.
Que nadie es perfecto y que yo misma tengo mis zonas oscuras.
Con el tiempo he aprendido que hasta el agradable calorcito del sol, si es demasiado hace daño.
Que una palabra o una mirada pueden llegar a ser muy destructivos.
Que es necesario escuchar más y hablar menos.
Que si no tengo nada constructivo que decir, mejor callar.
Que el amor es verdadero cuando lo construyen dos. No es el esfuerzo de uno solo.
Con el tiempo he comprendido que el mejor día es hoy, el mañana ya vendrá. El futuro en manos
de Dios está.
Que los límites no me los pone nadie, sino yo misma.
Que el poder de hacerte daño, tú mismo lo concedes.
Que la humildad es la expresión sincera de la sabiduría.
Que la soberbia es el arma de los necios, reflejo de un complejo de inferioridad.
Que no poseo toda la verdad, que en cada ser humano hay una parte de ella.
Con el pasar del tiempo he asimilado que se aprende más de las derrotas que de los éxitos.
Que perdonar es el camino liberador que te lleva a la felicidad.
Que si no defiendo yo mis cosas, por más locas que me parezcan, no las defenderá nadie.
Que el amor es un milagro y no se le debe dar la espalda.
Que mi futuro está en mis manos y tengo el poder de construirlo, con la bendición de Dios.
Que seguiré aprendiendo a vivir, hasta el día de mi muerte.
Bendito tú, tiempo, gran maestro de la vida.