La mujer que se reconstruyó asusta porque hoy elige su propia compañía
La mujer que ya ha sido triturada emocionalmente, y que fue capaz de rehacerse, no está preocupada por tener a alguien a su lado. Ella es libre porque rompió las ataduras de la aprobación ajena. Ella se pertenece a sí misma.
Encontró su propio camino para ser guiada por la brújula de su alma, y abandonó los caminos que no la inspiran. Sin embargo, lleva cicatrices de las espinas que pisó al caminar fuera de su propósito, pero sigue plena, notando estas marcas como símbolos de un aprendizaje convertido en sabiduría.
La mujer que salió del fondo del pozo entiende de humillación, pero optó por el perdón a los demás y, sobre todo, a sí misma.
Aprendió a abrazar, a ponerse en el regazo y a decirse a sí misma: “No te culpes, hiciste lo mejor que pudiste en esa época”…
Fue subestimada, criticada y alimentada con migajas, pero decidió levantarse del suelo, sacudir el polvo e iniciar un nuevo camino…
Ella probó la metamorfosis, extendió sus alas naciendo, y se dio cuenta de que la alcantarilla no es su lugar. No obstante, ella mantiene los pies en el suelo porque sabe que es fundamental saber dónde está pisando.
Esta mujer aprendió que ninguna compañía vale, si tiene que dejar de ser ella misma. La libertad de ser quién es, no le cayó del cielo, la conquistó al precio de su sangre, y este logro jamás será negociado.
Ella no quiere guerra con nadie, solo sabe lo que quiere y lo que se merece.
Si hay algo que esta mujer tiene de sobra, es alegría de ser auténtica y poder ser ella misma, así que no lo pensará dos veces antes de abandonar situaciones y personas que amenacen su yo más sagrado.
Ella tiene la claridad de lo que puede negociar y de lo que jamás va a abrir.
Una mujer que se reconstruyó no negocia su sagrado tiempo .
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